
3 de diciembre: Día Internacional del Médico
La profesión sin comienzo ni final
Firmada: Manu Abuela
Con motivo de la efeméride repasamos la historia de una profesión con un costado científico y otro social, fundamental para la preservación de nuestra especie
El 3 de diciembre se celebra en todo el mundo el Día Internacional del Médico, fecha que se toma en homenaje al natalicio del doctor de origen cubano Carlos Juan Finlay Barrés, que comprobó que el mosquito Aedes aegypti es el transmisor de la fiebre amarilla, allí por mediados del 1800.
En nuestra sociedad, la figura del médico ocupa un rol fundamental, ya que es el encargado de acompañar a las personas no sólo en los procesos de enfermedad -mediante tratamientos e intervenciones- sino también en la salud.
Su rol social incluye la prevención de enfermedades, no sólo con el diagnóstico temprano sino a partir de la socialización de pautas, hábitos saludables y comportamientos que nos ayuden a lograr y mantener un equilibrio corporal y ambiental, a la vez.
De superstición a ciencia
Ésta es una de las profesiones más antiguas porque el ser humano, desde sus orígenes, necesitó buscar explicaciones para entender los procesos más transcendentales que nos atraviesan, como son la vida, la muerte y la enfermedad.
Ligado a la religión o a la superstición, desde las primeras agrupaciones de personas las patologías eran comprendidas desde lo espiritual y, por ello, los sabios, curanderos, chamanes o jefes -dependiendo del grupo social, sus culturas y creencias- eran los que debían poner manos a la obra para revertirlas, a través de rituales o utilización de plantas.
Recién hasta el año 460 a.C. en la paradisíaca isla de Cos, en Grecia, se concibió a estos procesos desde otro paradigma, relacionado al actual. Fue gracias al padre de la medicina, Hipócratas, disruptivo en su época, que decidió echar por tierra aquellas explicaciones mundanas sobre la enfermedad relacionada con la posesión de espíritus diabólicos o castigos de los dioses del Ateneo, para estudiar qué pasaba en el cuerpo humano.
Hipócrates descubrió, a través de la observación y el estudio -con las poquísimas herramientas del momento y la nula tecnología- que la enfermedad tenía una explicación física y racional, viendo al cuerpo como un todo integrado.
Fue el primero en decir que los pensamientos no provenían del corazón, como se creía hasta el momento, sino del cerebro, teoría que desarrolló posteriormente otro griego, Alcmeón de Crotona. Ambos sembraron el germen de la medicina moderna, que los trae hasta la actualidad como pioneros en el campo de la salud.
Más adelante, en la época de esplendor del Imperio Romano, estas ideas desarrolladas por los griegos fueron retomadas, y surgió como exponente Galeno de Pérgamo -filósof, médico y cirujano-. Él estudió cómo la higiene y la correcta alimentación influían de forma positiva en el mantenimiento de la salud.
Sin embargo, durante los años medievales aunque se encontraban algunos tratamientos para ciertas patologías crónicas, no hubo éxito con las de tipo epidémicas, que comenzaban a azotar a la población.
Además, se continuó asociando la enfermedad a lo espiritual, en un momento de la historia donde la Iglesia era la máxima institución. El misticismo se mezclaba aún con la ciencia.
Escuela de Salerno
Y fue durante el siglo IX que en la ciudad de Salerno, región de Campania, Italia, se fundó la “Scuola Medica Salernitana”, la primera escuela médica medieval que concentró todo el saber médico que se detentaba hasta el momento.
En el hospital que los monjes benedictinos habían construido en el año 820, cuatro médicos se reunieron para fundar una institución médica sin precedentes que funciona hasta el día de hoy -cerró en 1811, pero reabrio en 2005- laica, docente y asistencial, semejante a las escuelas de la antigüedad clásica.
Estos cuatro médicos fueron Helino -hebreo-, Ponto -griego-, Adela -musulmán- y Magíster Salernus -cristiano-, que eligieron originalmente el nombre “Collegium Hippocraticum”.
Con los textos de la biblioteca de Montecassino, la escuela tenía todas las traducciones al latín de los escritos de Hipócrtas, Galeno o Dioscórides. También, se retomaban prácticas médicas árabes y judías.
Esta escuela formó a ilustres médicos como Mosnpellier, Arnau de Vilanova, François Rabelais o Guillaume Rondelet, quienes realizaron investigaciones prolíferas en el campo de la medicina y atendieron a la aristocracia del momento.
Renacimiento e ilustración
Con el renacimiento, algunos artistas quedaron fascinados con el mundo de la medicina, específicamente de la anatomía, que los atrapó por completo. Por ejemplo, el gran Leonardo Da Vinci, que junto al médico anatomista Marcantonio della Torre escribieron uno de los tratados más importantes en la materia, realizando un gran aporte para el campo disciplinar. De los cientos de dibujos del florentino, sólo algunos pudieron rescatarse.
Además del auge de la anatomía, esta época estuvo caracterizada por las pestes, entre ellas la más conocida: la Peste Negra. Causó la muerte de 25 millones de europeos aproximadamente.
También la viruela causó estragos. Así, el médico británico Edward Jenner realizó un experimento, inoculando a un niño sano llamado James Phipps con el líquido obtenido de dentro de la ampolla de viruela de una mujer jóven enferma.
Jenner observó que durante tres días el pequeño presentaba síntomas como fiebre leve y algunas ampollas pero, luego, no se volvió a enfermar cuando el resto de sus personas cercanas sí lo hicieron. Así nació lo que hoy conocemos como vacuna.
La medicina en el siglo XIX y XX
Con el correr del tiempo, la cientificidad de la profesión fue en aumento -a diferencia de años anteriores- gracias a avances en otras disciplinas como la física o la química, que ayudaron sobre todo en el campo de la cirugía.
Un ejemplo claro de ello fue el aporte que realizó Louis Pasteur, físico-químico francés, que gracias a su aporte en el campo bacteriológico pudo sembrar la semilla para que otros médicos pudieron aplicarlo a su área de conocimiento. Como le sucedió al británico Alexander Fleming con el descubrimiento de la penicilina, el primer antibiótico.
Otro suceso similar, pero relacionado con el avance de la física, se puede encontrar en la creación de los rayos X en 1895 de la mano del alemán Wilhelm Röntgen quien, a su vez, se había basado en los estudios de los físicos Henri Becquerel, Pierre Curie y Marie Curie sobre la radioactividad.
Si hay que nombrar a un médico destacado del siglo XIX, elegimos a Rudolf Virchow, por ser quien se inclinó por la corriente higienista y la medicina social, dando origen a la medicina preventiva que hoy conocemos.
Fue candidato al Premio Nobel de Medicina y Fisiología por su gran aporte, condensado en la frase de su autoría "Omnia cellula a cellula" -toda célula proviene de otra célula-.
Más cercano a nuestros días, la evidencia de la interrelación de las ciencias y el avance tecnológico permitieron no sólo mejores tratamientos para algunas patologías que en otro momento quizás era impensado encontrar una cura, sino también en el diagnóstico temprano.
Durante el siglo XX el conocimiento médico se consolidó, poniéndose en la cima. De hecho, en nuestro país gracias a las universidades públicas, las clases medias bajas y medias pudieron llegar a un ascenso social. La frase “mi hijo el doctor” es la evidencia de esto.
Entre los más destacados del siglo pasado se pueden mencionar a Sigmund Freud, que revolucionó la psiquiatría tal y como se la conocía, al padre de la neurocirugía Harvey Williams Cushing o al padre de la inmunología Paul Ehrlich.
Retos de hoy
Y llegamos hasta hoy, donde no quedan dudas que la medicina modificó nuestro día a día, donde la mejora en la calidad de vida del ser humano que proporcionó se puede vislumbrar desde muchos aspectos, entre ellos el aumento de la esperanza de vida de nuestra especie o la reducción de la mortalidad de muchas enfermedades.
El avance en nuevas posibilidades de diagnóstico, tratamiento y prevención de patologías, gracias a los nuevos medios de comunicación -fruto del avance de la informática y la tecnología-, hicieron posible que ciertas consultas se puedan realizar hasta por videollamada, sin necesidad de que el médico y el paciente se encuentren en el mismo lugar físico.
Esto lo dejó muy en claro la pandemia, uno de los grandes retos médicos de nuestro siglo. Los profesionales de la salud fueron esenciales para poder combatir una batalla contra un enemigo que, si bien era invisible, dejó un desastre a la vista de todos: casi seis millones y medio de personas en todo el mundo perdieron la vida a causa de esta mortal pandemia.
Durante la pandemia los médicos no sólo desempeñaron su función, sino también se constituyeron como sostenes emocionales de sus pacientes, dejando en evidencia el costado humanitario y social de su profesión. Como José Narosky expresó “El médico que no entiende de almas no entenderá cuerpos”.
Pero, a pesar de aquel gran hito histórico que nos tocó vivir y que de seguro marcó a esta profesión a la que hoy homenajeamos, existen más desafíos que aún debe afrontar. En momentos donde el impacto de la inteligencia artificial comienza a darse en este campo disciplinar y los avances en materia genética no dejan de surgir, los dilemas éticos no se hacen esperar.
Tampoco espera otro gran desafío de nuestros tiempos: la necesidad que la medicina llegue a aquellos lugares donde hay escasez. Y con escasez no sólo hago referencia a lugares alejados e inhóspitos donde el acceso terrestre se dificulta, sino también a aquellos sectores sociales vulnerados, relegados.
Los altos costos de la atención médica son, alrededor del mundo, una barrera para personas que no tienen seguro médico. Allí la importancia del sistema de salud público de nuestro país que, a pesar de sus fallas o faltas, no deja de garantizar un derecho humano fundamental del cual los médicos son parte indiscutible: el acceso a la salud.
Y en esto coincide conmigo el gran médico argentino René Favaloro. El cardiocirujano platense que revolucionó el mundo con la creación del bypass coronario entendía que la medicina debía llegar a todos -dejando evidencias de esto en su labor realizado en una zona rural de La Pampa-. Por ello, durante el Congreso de Bioingeniería celebrado en Buenos Aires durante el 1999 expresó ante toda la audiencia: "Los progresos de la medicina y de la bioingeniería podrán considerarse verdaderos logros para la humanidad cuando todas las personas tengan acceso a sus beneficios y dejen de ser un privilegio para las minorías".
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3 de diciembre: Día Internacional del Médico
Médicos de ayer, hoy y siempre
Firmada: Manu Abuela
Recorremos dos historias de vida diferentes de dos médicos de nuestra región que se encuentran unidos por la misma pasión: la medicina.
Mario Tell -77- ejerce la medicina desde hace más de 50 años. Comenzó sus estudios en 1965 en la Universidad Nacional de Rosario y, aunque el servicio militar interrumpió su carrera durante un año, al salir continuó para especializarse en ginecología y obstetricia, recibiéndose en 1972.
Luego de atender en el Hospital Centenario de Rosario y en Hospital “Eva Perón” de Granadero Baigorria, trabajó 9 años en Casilda para, luego, establecerse en la localidad que lo abraza desde tanto tiempo, San Jorge.
Por su parte, Verena Reinero -29- es una jóven médica oriunda de San Jorge que hoy está cursando su cuarto y último año de la especialización de pediatría en el Hospital Interzonal Especializado Materno Infantil - HIEMI – “Don Victorio Tetamanti” en Mar del Plata.
Se formó en la misma casa de estudios que Mario, pero 47 años después -comenzó en 2012-. En Rosario, trabajó no sólo en el sector privado, sino también en el Hospital de Niños Zona Norte "Dr. Roberto Carra" y en el Hospital "Intendente Gabriel Carrasco".
Ambos caminaron por los mismos pasillos, aprendieron en las mismas aulas, vivenciaron las mismas alegrías y tristezas al rendir diversos exámenes, con la satisfacción de avanzar un peldaño más en aquella escalera alta que, aunque cuesta arriba, los llevaría hacia lo más alto. Pero ellos no sólo tienen en común el lugar donde se formaron. Los une un sentir, igual, latente en ellos desde niños, desde que tienen memoria: el deseo de ser médicos.
“De pequeño mi abuelo vivó con nosotros. Él tuvo cáncer de laringe y sufrió muchisimo. No existían los tratamientos de hoy. Mi vocación nace de allí”, expresó Tell.
Por su parte, Reinero afirmó que “Siempre quise ser médica. Desde pequeña supe que iba a estudiar y ejercer medicina. No recuerdo un momento de mi vida en el que no tuviera esa certeza”.
Experiencia
Mario Tell cumplió en diciembre del año pasado 50 años trabajando de lo que ama. Desde su egreso de la facultad, se desempeñó tanto en hospitales como en el sector privado.
Su especialización le permitió ver nacer a más de un centenar de niños y niñas. Y, en el camino, marcó la vida de muchas familias, estando presente en uno de los momentos más importantes en sus vidas.
“Tengo muchas anécdotas, una que me da mucha gratificación recordar es el día que le salvé la vida a un niño”, contó el profesional. En efecto, eran las dos de la madrugada y llega al Samco San Jorge una parturienta en pleno trabajo de parto. “Cuando la reviso, rompe bolsa y hace una procedencia de cordón, esto quiere decir que sale el cordón antes que el feto y la cabeza fetal comprime el cordón, lo que puede producir su muerte”, explica.
Pero la historia tiene un final feliz. El médico cuenta que “Entonces, mientras sostengo con dos dedos la cabeza fetal, hago llamar al anestesista, al ayudante -que era en ese tiempo el doctor Cumino- y a todo el personal para comenzar la cirugía. Estuve una hora sosteniendo la cabeza fetal. Cuando por fin todo el quirófano está listo, le hacen la anestesia, Cumino prepara el campo quirúrgico, ahí suelto la cabeza, y el doctor lo sacó con vida. Todos felices porque lo salvamos, que raras veces pasa en esos casos”, dijo Mario con una sonrisa.
Mario fue un adelantado en su época, al ser el primer ecografista de la localidad. “A los pocos años de estar ejerciendo la especialidad, empezó a surgir la ecografía. Me formé y, cuando vine a San Jorge en 1987, no había en el departamento ningún médico que hacía ecografías, sólo venía un médico de Santa Fe. Yo era el único que hacía ecografía general a la par de obstetricia”.
Pero su trabajo social no comienza ni termina dentro de las puertas de un consultorio o del hospital. Mario fue Jede Adjunto de Trabajos Prácticos durante 9 años en las prácticos de la materia de obstetricia. Formó a colegas durante casi una década. “A los alumnos les insistía en cómo debían hacer un examen obstétrico sin miedos, entendiendo que la embarazada es una persona sana”.
También, integró la Comisión Directiva de la Asociación Médica del Departamento San Martín en varios períodos, ya sea como presidente y también secretario. Además, desde 1982 pertenece al Rotary Club San Jorge, donde fue elegido Gobernador del Distrito, cargo en el que tuvo que formarse en Estados Unidos para poder ejercer.
Por este y otros momentos es que, cuando mira para atrás, observa un camino prolífico realizado. “La medicina cumplió las expectativas que tenía desde el momento que comencé a estudiar. Es más, las superó. Mis años de trabajo fueron agotadores, porque esta especialidad no tiene horarios, mucho menos fines de semana oi feriados. Cuando la parturienta empieza el trabajo de parto hay que estar al pie del cañón” dijo.
Es por ello que aún, con 77 años, continúa trabajando. Ya no como gieo-obstetra, sino en el diagnóstico por imágen, realizando ecografías. “No me júbilo porque amo la profesión, mientras el cuerpo aguante seguiré”, expresó el doctor entre risas, mientras se preparaba para jugar un torneo de tenis.
Renovación
“Llegué a Mar del Plata en el contexto de la pandemia, buscando formarme como pediatra. Quería irme de Rosario para vivir otra experiencia de vida, siempre apostando a la mejor formación profesional. Ya hace cuatro años que estoy acá”, expresó Verena Reinero.
La jóven médica comparte la perspectiva desde la cual realiza su trabajo: “mi objetivo en el día de la fecha es constituirme como una herramienta para acercarle a las personas el derecho a la salud, una herramienta dentro de un sistema fundamental”, expresó.
A diferencia de aquel paradigma que enaltece al doctor por sobre el resto de las personas, la jóven tiene los pies en la tierra, afirmando que “mi tarea es acompañar en la salud, en el crecimiento de las infancias específicamente y también en la enfermedad, no sólo a los más pequeños sino también a sus familias. Y, en ese proceso de dolencias que viven los niños y niñas, considero que debo establecer con ellos un vínculo afectivo entre iguales. No me gusta que me traten como un ser de otro planeta, sino que entiendan que tienen los mismos derechos que yo”, expone, dejando ver este costado humanitario y social propio del nuevo paradigma médico.
“Me tocó vivir la pandemia en este hospital materno-infantil. De hecho, me mudé a Mar del Plata en ese contexto, entre barbijos, cofias y alcohol en gel. Vimos mucho dolor y sufrimiento, por eso la máxima gratificación la siento cuando veo que un paciente que llegó con una patología aguda se va recuperado y feliz”, expresó.
En la misma línea de pensamiento, Verena afirmó que la gratitud por haber sentido un trato digno expresado en la mirada de los pequeños y de sus padres lo es todo para ella, siendo el motor para seguir en esta profesión y proyectarse hacia el futuro.
Y, justamente, con toda una carrera aún por delante. “Los niños son seres humanos maravillosos. Estar con ellos todos los días hacen que me sienta feliz y segura de que la profesión que elegí es lo que quiero para mi vida. No sé a cuántos ni a cuáles lugares más iré, pero de lo que no tengo dudas es que mi sueño es seguir ejerciendo la medicina con la misma pasión que me llevó a anotarme en noviembre de 2011 en la faculad de Rosario”.
Pasado, presente, futuro
Más allá de los años que los diferencian, a Mario y a Verena los encuentra un presente de ejercicio paralelo lleno de emoción. Mario, satisfecho con el trabajo realizado y agradecido a la vida de poder seguir realizándolo. Verena, feliz de su labor diaria y expectante de lo que sigue.
En el marco del cumplimiento de 90 años de la Asociación Médica del Departamento San Martín, y tras el recorrido por la historia de esta profesión, los relatos como las de Mario y Verena nos ayudan a afirmar sin ninguna duda que la medicina es “la profesión” de todos los tiempos.
  
 
				 
				 
				